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  Versos tristes de pavimento y ruido   Hoy amaneció triste mi corazón y las nubes en el cielo eran grises. El pavimento cansado entristecía y sus lágrimas mojaban el césped. Un saxofón cantaba en alguna esquina y el viento susurraba tu nombre a mi oído. Caminaba un paso tras otro, lento y no sabía cómo vivir sin ti, y las nubes en el cielo rezaban una plegaria.   Hoy amaneció triste mi corazón y la luna del armario cerró sus ojos. Las sábanas blancas se levantaron tarde y el periódico gritó tu nombre al aire. Una canción repetía mi triste amor y la taza de café se ruborizó. Una palmera solitaria, en medio de la avenida, lloraba al atardecer, y la luna del armario contenía sus lágrimas.   Hoy amaneció triste mi corazón y el puente extendía sus brazos al aire. El claxon de un carro repetía tu nombre y el buzón de la esquina sufría ausencias. Un parque quería olvidar nuestras caminatas y el autobús, olvidar vivencias. La ventana de
  Desde C., 10 de julio Querida Isabel:   Intento no pensar en tu ausencia, han pasado muchos años desde que te vi por última vez, casi treinta y cuatro años. La alegría que me invade al recordar lo que viví a tu lado, el amor que me tuviste y la continua insistencia en que yo podría ser alguien más allá de mis posibilidades, las guardo en el corazón y trato de desempolvarlas cuando el cansancio de esta vida, trata de invadirme y llenarme de tristeza. Hay una gran dificultar para ser feliz cuando el imperativo categórico de mi noción de felicidad se vuelve proporcional a la distancia entre el ser que amo y mi sentimiento de amor hacia él. Me gustaría pensar en tu sonrisa, en los días en que me bastaba con correr a tus brazos para sentir lo que era el paraíso. Más desisto, requiero seguir caminando en este laberinto de mi soledad, que se bifurca cada vez más entre el hastío de mi cotidianeidad claústrica y la inminente y eventual fatiga de seguir luchando una guerra perdida.     
  8 de julio   Quisiera tener las palabras exactas para decirte que te amo. Que existiera un vocabulario justo para mis sentimientos. Que mariposas azules volaran desde mis labios y se posaran en tus oídos y, al tocarlos, palabras fueran.   Quisiera encontrar el punto exacto entre tu corazón y el olvido. Que pudiese imaginar un mañana distinto y tener certeza. Que la noche brillara en forma de luna y de estrellas, y con las estrellas crear mundos donde tú fueras mi diosa.   Quisiera en lo profundo de un abismo hallar esmeraldas verdes, Que mis cadenas se convirtieran en palomas grises. Que un río atravesara tus heridas y llevara al océano, el dolor y que el amor naciera de una roca y esa roca fuera un beso.   Quisiera encontrar nuevas palabras en un diccionario infinito, Que mi corazón se evaporará y dejará de sufrir por este amor. Que mis dedos dejaran de ansiar tu piel y tus pensamientos, y que estos pensamientos desaparecieran en una hoja en b
  La puerta en el muro azul   En medio de la noche, miraré tus ojos que ya no están. Sentiré la soledad de tu ausencia, que ahogará mi esperanza. Nadie sabrá de las lunas de Júpiter como lo sabré yo. Recordaré en la noche oscura, tu voz que me dirá: nunca más.   Mis dedos huérfanos de tu piel sufrirán, llorarán, desesperarán. Tu sonrisa seguirá apareciendo en mis sueños, incansable, como aquella imagen de la infancia jamás contada, olvidada. Y las tardes de octubre color ocre, me recordarán: nunca más.   Esas tardes caerán como hojas de otoño y se evaporarán en el aire, Los días serán piezas de domino que se repetirán y multiplicarán. Mi corazón habrá vuelto a aislarse de este mundo, solitario, y el eco de un recuerdo, a lo lejos, en el empíreo, me dirá: nunca más.   No será la muerte ni el espejo con su reflejo, sino tu ausencia. No será ni siquiera el que nunca volveré a tus brazos, o a tus rosas, quizá, será ese no sé qué, que me devolverá tu ri
  ENSAYOS MINIMOS V De las penurias de la inmortalidad:   El inmortal, el sueño y el laberinto de J. L. Borges   “Salomón dice: No hay nada nuevo en la tierra. De modo que, como Platón tenía imaginación, todo conocimiento no era más que remembranza; así que Salomón dio su sentencia de que toda novedad no es más que olvido” (Bacon, epígrafe en El Inmortal ).     En El inmortal encontramos palabras de otros, ciertamente. También, se puede hallar un intrincado laberinto de palabras. Quizá hasta muchas referencias, que sólo un ser extraordinario, perfectamente instruido, podría hallar sus significados y sus concordancias. Por desgracia, yo no soy uno de esos. No obstante, se puede leer con la sola intención de conocer un universo distinto, como cuando el narrador comenta: “pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos” (Borges, El inmortal ), [las palabras entre comillas serán de este texto]; es decir, se puede no saber nada sobre la historia de Joseph Cartaphilu

¿CÓMO EMPEZAR UN CUENTO?

  ¿CÓMO EMPEZAR UN CUENTO?     Paciente Lector:   Por donde empezar. Hay ocasiones en que parece que no necesito decir nada, que debiera callarme y seguir fingiendo una sonrisa petrificada. Que alrededor de mí no vuelan moscas impidiéndome concentrarme en algo que resulta ser lo que me hace escribir. Por donde empezar. Si miro la hoja electrónica y el parpadear del cursor que vomita letras que al parecer sólo se repiten ad infinitum . Siempre sin poder contener ni la mínima exactitud de la sustancia que deseo expresar. Es decir, por más que escriba jamás lograré dar a entender lo que en realidad pretendo comunicar. No es el mundo, soy yo. No soy yo es el mundo. Y en sí, la medida de mis huellas, que se desbordan ante lo inexplicable. Porque cómo comprender que rodeado esté de problemas y soluciones a la vez. O cómo expresar que me entristece el cause del río que sigue la corriente. Si cuando los escritores, esos que renombran las cosas, como los poetas, son tan meticulosos e
  CUENTO DE LA LUNA DE PERSIA   Hasta dónde pesará nuestra conducta para determinar qué soñamos en las noches de Persia, cuando la vida comenzó en una concupiscencia, y la algarabía murió de repente una noche de mil que había entre los dos; y si mi dejas vivir un día más en tu corazón, terminaré mi historia, que habla de otra historia que marca la noche primigenia, donde nadie sabía que un hombre y una mujer pueden crear el universo sin levantarse del lecho; y, mágicamente, en la alcoba las estrellas adivinan que las cortinas blancas de la ventana cubren y vedan lo que frente al sol dejamos pasar, porque nos escondemos para amar, para decir la verdad y para morir en soledad. El Aqueronte atraviesa nuestra tristeza, y un óbolo en nuestra boca incendia las mentiras con las que pagamos cada alegría que nos decimos; somos felices como las cigarras que cantan y bailan todo el verano; y en el invierno que vivimos, nos falta haber hecho algo; y heredamos a nuestros vástagos, los sueños